Asdrúbal,
la Segunda Guerra Púnica y Arquímedes
….-¡El
ejército romano era verdaderamente invencible! No exageraría al
decir que se trataba de un ejército que no se detenía ante nadie ni
nada.
Para
conquistar el Mar Mediterráneo, los romanos tuvieron que hacer
frente a Cartago hasta en tres ocasiones en las denominadas Guerras
Púnicas.
Roma
sabía que tendría que batirse en el mar, por lo que equipó sus
barcos con un dispositivo naval: el cuervo, una pasarela que permitía
pasar de un barco a otro. Gracias a esta innovación los romanos
vencieron en la Primera Guerra Púnica
conquistando las islas de Sicilia, Cerdeña y Córcega.
Tras
la derrota, no transcurriría mucho tiempo para asistir al despertar
cartaginés y su expansión en la Península Ibérica, germen de un
nuevo conflicto : la Segunda Guerra Púnica.
¡Recuerdo
aún esos momentos! El ejército romano era
comandado por el general Publio
Cornelio Escipión,
mientras que el bando cartaginés
estaba al mando del
general Aníbal Barca, hijo de
Amílcar, otro valeroso general cartaginés.
Yo,
legionario de nombre Asdrúbal, formaba parte del ejército romano de
Cornelio Escipión, llamado el Africano. Escipión
era un valeroso general, pero también un destacado hombre político,
no olvidemos que era uno de los cónsules de Roma en el año 218
a.C.
Asimismo,
los cartagineses contaban con un líder no menos audaz, Aníbal, que
adoptó una estrategia muy inteligente para hacer frente a nuestro
ejército. Yo y el resto de legionarios romanos, estábamos
perfectamente preparados para afrontar una guerra, pero no para hacer
frente a un enemigo tan fuerte y bien organizado. Igualmente, ellos
contaban con una gran infantería y caballería dispuesta a todo con
tal de derrotarnos.
Aníbal
atravesó España y la parte meridional de Francia, y una vez
superados los Alpes invadió Italia, derrotando a nuestras tropas en
tres batallas: Tesino, Trebia y Trasimeno.
Aníbal,
convenció igualmente a los Galos a formar una alianza con ellos.
Nuestro
general formó un ejército de 80.000 hombres y 6.000 caballeros,
mientras que Aníbal organizó otro de 90.000 soldados, 12.000
caballeros y 40 elefantes.
Recuerdo
aún ese día. Acababa de amanecer y hacía un calor sofocante. Yo
con otros legionarios permanecíamos en nuestro campamento, no muy
lejos del lugar donde más tarde se libraría batalla. Vestíamos la
lorica
hamata,
nuestra armadura, el casco
y
el
escudo,
así como el gladius,
una espada corta muy manejable para el cuerpo a cuerpo, y el pilum,
una lanza cuya larga punta de hierro se separaba al impactar al
enemigo incrustándosele parcialmente en el cuerpo. Fue entonces
cuando nos dirigimos al campo de batalla.
¡Algo
realmente impresionante ver a 102.040 hombres batiéndose en el
terreno!!!
No
hace mucho, tanto yo como mis compañeros estábamos aterrados al
afrontar al gran ejército cartaginés en Cannas (Italia) ...y esta
vez estábamos convencidos de que serían ellos los que saldrían
victoriosos.
Era
el 2 de agosto y Roma estaba a un paso de la derrota
definitiva cuando nuestro enemigo fue vencido.
Mas
Roma no se detenía y ya pensaba en una nueva conquista mientras se
dirigía a Siracusa.
Pasaron
casi cuatro años de duros entrenamientos. Nuestro general era
entonces Marco Julio Marcelo. Fue
él mismo quien nos comunicó que estábamos ya listos para una nueva
conquista. Desconocíamos cuál sería nuestra suerte, pero nuestro
general nos hizo saber que en esta ocasión tendríamos que afrontar
una pequeña flota y que nuestro enemigo respondía al nombre de
Arquímedes.
Corría
el año 212 a.C y Siracusa era una colonia griega gobernada
por Hierón II. Nuestro general nos reunió para indicarnos la
estrategia que los mandos superiores consideraban oportuna para tal
contienda. Nos habló también de Arquímedes y de su querido amigo
Nilo, junto a quien había realizado sus estudios en
Alejandría de Egipto. Se decía que este hombre era un destacado
matemático, científico, físico y gran inventor, hasta el punto que
Hierón II le habría pedido ayuda para derrotar a nuestro ejército.
No sabíamos el resto de la historia, pero sí que el genio de
Arquímedes hubiera respondido al gobernador exclamando “¡Eureka!.“
...pero ¿qué efecto hubiera podido tener esta palabra sobre
nosotros?.. lo descubrimos sólo más tarde, en el campo de batalla.