jueves, 12 de mayo de 2016

TRADUCCIÓN CUENTO DE ITALIA


Asdrúbal, la Segunda Guerra Púnica y Arquímedes

.-¡El ejército romano era verdaderamente invencible! No exageraría al decir que se trataba de un ejército que no se detenía ante nadie ni nada.

Para conquistar el Mar Mediterráneo, los romanos tuvieron que hacer frente a Cartago hasta en tres ocasiones en las denominadas Guerras Púnicas.

Roma sabía que tendría que batirse en el mar, por lo que equipó sus barcos con un dispositivo naval: el cuervo, una pasarela que permitía pasar de un barco a otro. Gracias a esta innovación los romanos vencieron en la Primera Guerra Púnica conquistando las islas de Sicilia, Cerdeña y Córcega.

Tras la derrota, no transcurriría mucho tiempo para asistir al despertar cartaginés y su expansión en la Península Ibérica, germen de un nuevo conflicto : la Segunda Guerra Púnica.

¡Recuerdo aún esos momentos! El ejército romano era comandado por el general Publio Cornelio Escipión, mientras que el bando cartaginés estaba al mando del general Aníbal Barca, hijo de Amílcar, otro valeroso general cartaginés.
Yo, legionario de nombre Asdrúbal, formaba parte del ejército romano de Cornelio Escipión, llamado el Africano. Escipión era un valeroso general, pero también un destacado hombre político, no olvidemos que era uno de los cónsules de Roma en el año 218 a.C.

Asimismo, los cartagineses contaban con un líder no menos audaz, Aníbal, que adoptó una estrategia muy inteligente para hacer frente a nuestro ejército. Yo y el resto de legionarios romanos, estábamos perfectamente preparados para afrontar una guerra, pero no para hacer frente a un enemigo tan fuerte y bien organizado. Igualmente, ellos contaban con una gran infantería y caballería dispuesta a todo con tal de derrotarnos.

Aníbal atravesó España y la parte meridional de Francia, y una vez superados los Alpes invadió Italia, derrotando a nuestras tropas en tres batallas: Tesino, Trebia y Trasimeno.
Aníbal, convenció igualmente a los Galos a formar una alianza con ellos.

Nuestro general formó un ejército de 80.000 hombres y 6.000 caballeros, mientras que Aníbal organizó otro de 90.000 soldados, 12.000 caballeros y 40 elefantes.

Recuerdo aún ese día. Acababa de amanecer y hacía un calor sofocante. Yo con otros legionarios permanecíamos en nuestro campamento, no muy lejos del lugar donde más tarde se libraría batalla. Vestíamos la lorica hamata, nuestra armadura, el casco y el escudo, así como el gladius, una espada corta muy manejable para el cuerpo a cuerpo, y el pilum, una lanza cuya larga punta de hierro se separaba al impactar al enemigo incrustándosele parcialmente en el cuerpo. Fue entonces cuando nos dirigimos al campo de batalla.

¡Algo realmente impresionante ver a 102.040 hombres batiéndose en el terreno!!!
No hace mucho, tanto yo como mis compañeros estábamos aterrados al afrontar al gran ejército cartaginés en Cannas (Italia) ...y esta vez estábamos convencidos de que serían ellos los que saldrían victoriosos.

Era el 2 de agosto y Roma estaba a un paso de la derrota definitiva cuando nuestro enemigo fue vencido.

Mas Roma no se detenía y ya pensaba en una nueva conquista mientras se dirigía a Siracusa.

Pasaron casi cuatro años de duros entrenamientos. Nuestro general era entonces Marco Julio Marcelo. Fue él mismo quien nos comunicó que estábamos ya listos para una nueva conquista. Desconocíamos cuál sería nuestra suerte, pero nuestro general nos hizo saber que en esta ocasión tendríamos que afrontar una pequeña flota y que nuestro enemigo respondía al nombre de Arquímedes.

Corría el año 212 a.C y Siracusa era una colonia griega gobernada por Hierón II. Nuestro general nos reunió para indicarnos la estrategia que los mandos superiores consideraban oportuna para tal contienda. Nos habló también de Arquímedes y de su querido amigo Nilo, junto a quien había realizado sus estudios en Alejandría de Egipto. Se decía que este hombre era un destacado matemático, científico, físico y gran inventor, hasta el punto que Hierón II le habría pedido ayuda para derrotar a nuestro ejército. No sabíamos el resto de la historia, pero sí que el genio de Arquímedes hubiera respondido al gobernador exclamando “¡Eureka!.“ ...pero ¿qué efecto hubiera podido tener esta palabra sobre nosotros?.. lo descubrimos sólo más tarde, en el campo de batalla.

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